Una vez hemos conocido, desde una perspectiva filosófica, la figura del emisor; hemos respondido a la pregunte "¿Quién?.
Ahora nos preguntamos: "¿A quién?.
Esta figura, aparece en todo proceso comunicativo de manera activa. E incluso inactiva, cuando por ejemplo nos hablan y no prestamos atención a lo que se nos dice.
La relevancia del receptor reside en su posible comportamiento en el acto comunicativo.
Hay diferentes posturas, que pueden aparecer en el desempeño de esta figura:
Escucha activa: Para que una comunicación sea efectiva y se desarrolle armoniosamente, es muy importante dedicar tu plena atención al emisor. Si en algún momento, dejas de prestar esa atención, directamente, anularas el acto comunicativo. Ello, hace que los receptores deban actuar escuchando, parece fácil, pero cada vez son más las comunicaciones que se cierran por la desaparición de esta figura. Escuchando plenamente, te fijas en el tono del emisor, las palabras que utiliza, el ritmo que lleva al comunicar...La escucha activa, también comprendería la recepción de una comunicación no verbal. Que aunque no se escuche, se interioriza cuando se recibe de una fuente emisora.
Delimitación del entorno: Simplemente nos referimos a que limitamos un entorno, y con ello varias fuentes comunicativas. Si estuviéramos atentos a todas las fuentes emisoras que formaran parte de nuestro alcance, no podríamos prestar atención verdadera a ninguna.
Gestión del espacio/tiempo: El receptor decide si continuar jugando un papel fundamental en un espacio y en un tiempo determinado.
Figura transformadora: Este elemento, que llamamos receptor, puede mutar y convertirse en emisor, y cambiar de rol sucesivamente en dependencia del acto comunicativo.
Cada vez, el receptor se involucra más en el acto comunicativo. Debido principalmente a la aparición de nuevas tecnologías como la realidad virtual.
En la base de lo que conocemos de la figura del receptor, esta la "formula mágica" para controlar que un acto comunicativo sea eficiente.
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